Lo primero que tendríamos que preguntarnos es lo siguiente:
¿En base a qué consideramos el éxito educativo?
Dentro de la idea de éxito podemos considerar más importantes las competencias educativas adquiridas en el proceso (lo que entendemos como proceso), o por el contrario las calificaciones obtenidas que "demuestran" lo adquirido (considerado como fin). Así, nos surge una segunda cuestión:
¿El éxito educativo conlleva un posterior éxito laboral?
Ante una aparente respuesta negativa, procedemos a la búsqueda de las claves para proporcionar un éxito educativo al mayor número de alumnos posible, en ambos de los anteriores significados que hemos achacado al término.
Nos basamos en la equidad como principal objetivo que nos atañe para erradicar así las diferencias que existen en un aula de trabajo y conseguir la mayor participación y el éxito de la mayo parte de los alumnos. Esta equidad se consigue ayudando a alcanzar a los alumnos más desfavorecidos, tanto social como académicamente, los objetivos de aprendizaje necesarios.
Los programadas de compensación establecen un medio de ayuda a alumnos con dificultades en algunas materias, favoreciendo su posible integración en la asignatura y la superación de dichas competencias. Además, gracias a la inclusión en las materias de habilidades sociales, sea con asignaturas nuevas complementarias, con la remodelación de las que ya conocemos o incluso con actividades fuera de las horas lectivas, contribuiremos a una erradicación casi completa de la exclusión de alumnos en situaciones de riesgo y fomentaremos un ambiente de trabajo en equipo y ayuda para llegar al mismo fin.
La orientación profesional previa a las etapas de toma de decisiones en cuanto a formación más ajustada al futuro laboral permite abrir campos y horizontes hasta ahora desconocidos, y así guiar al alumnado a decidir con criterio. Hasta ahora, los expedientes académicos brillantes se planteaban de tal manera que la universidad era la única opción, y que si no lo era, estarían desaprovechando el talento. Actualmente en menor medida, pero aún así existente, las formaciones profesionales se limitan a un segundo plano en el que su prestigio queda supeditado al de las formaciones universitarias. Ampliar itinerarios y equiparar dichas formaciones para que los alumnos elijan su camino sin condicionantes personales afectará positivamente al futuro laboral posterior.
La importancia de una sistema educativo que se mantenga sólido, apolítico, y que a su vez sea reformable en los aspectos que sean necesarios es una medida crucial en lo que a progreso académico y éxito laboral se refiere. Las constantes reformas en el sistema educativo en cada cambio de legislatura disminuyen su credibilidad y su aceptación, sin hablar de las privatizaciones que se mantienen a día de hoy, sobre todo en la educación superior no obligatoria.
De este modo, si comprendemos el éxito como la suma del manejo de competencias que nos sirvan en un futuro para su aplicación en el mundo laboral, además de la demostración de la adquisición de dichos conocimientos por medios de unas calificaciones con el fin de tener un buen expediente académico, comprendemos que aún nos queda mucho camino por recorrer para encontrar esa equidad aplicada a un sistema educativo que mejore y equipare esos resultados.
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