Valores en la escuela

¿Hasta dónde puede la escuela influir en los valores que se inculcan y transmiten a los adolescentes?




La escuela es, como ya hemos mencionado en entradas anteriores, un medio de educación y adoctrinamiento. No obstante, dependiendo de cada centro y de su estructura interna, los valores impartidos y la importancia que se les da, sea de manera implícita o explícita, varía. A riesgo de caer en la generalidad, podemos verlo en los colegios laicos y los colegios religiosos, donde mientras que los primeros separan el formalismo religioso de la educación propiamente dicha, los segundos tienen, por norma general, un amplio componente moralista que se introduce en el ámbito educativo.

Para algunos, valores como la rectitud, la disciplina, la puntualidad o el saber estar, supuestamente impartidos y adquiridos de una manera implícita desde los primeros años de escolarización por medio de los timbres, los horarios de entrada y salida y las normas, son actitudes imprescindibles y necesarias para desarrollarse. En cambio, para otros, la creatividad, la espontaneidad y la empatía generan otro tipo de conocimiento no tan curricular que puede ser más efectivo en su día a día. Sin desviarnos del tema, la escuela es la aliada de los padres para formar individuos felices y capaces de incluirse en un mundo global, aunque cada uno tenga unas responsabilidades y a su vez una idea de cómo los alumnos pueden llegar a lograrlo.

No podemos olvidarnos de que estos alumnos tienen, durante el transcurso de su vida y su crecimiento, una evolución en cuanto a sus intereses, que pueden cumplirse o no con lo esperado en el colegio y el instituto. 

Así pues, echando un vistazo al informe INJUVE del año 2016[1], podemos extraer ciertas ideas para llegar a saber dónde reside la importancia de los jóvenes, y a su vez en qué actividades invierten su tiempo.



De este gráfico podemos concluir en que los jóvenes le dan mucha importancia al entorno social y a las amistades en primer lugar, continuando por el deporte, las tecnologías y las actividades fuera del entorno habitual, y finalizando por las manifestaciones culturales a todos los niveles, desde música hasta teatro, pasando por cine, literatura, radio y exposiciones artísticas diversas. Pero, ¿la escuela entra dentro de esos intereses, o mínimamente se apoya en ello para captar la atención y llegar al desarrollo de los alumnos, o, por el contrario, sigue sus pautas marcadas sin preocuparse de ello?

Si tuviéramos que elegir los valores en un colegio ficticio, todos y cada uno de nosotros añadiríamos unos probablemente diferentes y en diferente orden de importancia. A todo esto cabe sumar, además de una colaboración y cooperación entre los diferentes participantes del cuerpo docente, administrativo, asociaciones de padres y representantes de alumnos, que el núcleo central del propio centro intentaría aplicar a toda costa sus ideales, convenciendo de los beneficios que fomentan sus propuestas a corto y largo plazo.
Como cada centro es un mundo aparte, aquí llega la decisión de los padres de elegir el centro que más se adapte a lo que buscan para sus hijos o a lo que sus hijos desean, una vez que son más mayores. Y a pesar de las diferencias que existan en cada uno de ellos y la manera de enfocarlo, lo que sí deberían tener en común todas las escuelas es asegurar una formación gratificante, útil y aplicada al mundo en el que nos encontramos.








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